Por Ricardo Chávez, “El Pollo”

 

Hace siete millones de años el primer homínido bajó de los árboles. Tres millones de años más debieron pasar para que tuviéramos habilidades de utilizar herramientas. ¿Increíble, no?

Durante todo ese tiempo, que luchamos por mantenernos con vida (si, nosotros somos partes de ellos, más guapos, pero con el mismo origen) nos alimentamos únicamente de raíces, algunos frutos, insectos y quizás animales menores. En ese momento de nuestra historia en que estuvimos arrancando por la sábana de depredadores mayores, cuando no éramos más que un juguete inofensivo, un eslabón más de la cadena alimenticia, nuestro mayor sustento venía de las plantas.

Tres millones de años más tarde recién aparece el Homo habilis, que tenía una alimentación omnívora, recolectora y carroñera. Estos descubrimientos científicos, en base al análisis de mandíbulas, dientes y cráneos, determinaron que el gran salto evolutivo -que nos permitió agrandar “nuestra canasta familiar” y por lo tanto tener mayor cantidad de nutrientes- se debió gracias al uso de herramientas y al fuego.

El Homo habilis poseía un mayor desarrollo del cerebro, así como de la musculatura, lo que nos hizo ponernos más fuertes y resistentes y nos permitió alcanzar una mayor interacción social. Todo lo anterior se tradujo en que el hombre creó y desarrolló una serie de herramientas, que junto con la utilización del fuego lo llevaron un paso adelante en la evolución.

Alimentación: Volver al Origen

Piensen por un minuto la cantidad de millones de años que fue necesaria para lograr ser lo que somos hoy. Ahora reflexionemos acerca de que durante mucho tiempo, nuestra alimentación estuvo centrada, por decirlo de forma coloquial, en pasto, algo de fruta, raíces, y uno que otro animal… ¿Es entonces posible pensar que nuestro cerebro aumentó por disponer de más alimentos, de más proteínas, de más grasa, de más vitaminas y más minerales? O es debido a ese desarrollo, que fuimos capaces de inventar herramientas que nos permitieron cazar y nutrirnos mejor?. Es nuevamente la disyuntiva del huevo o la gallina ¿Qué fue primero?

La comunidad científica aún mantiene esa duda en estudio, pero lo que sí está claro, es que durante muchos miles de años, nuestra nutrición se centró en alimentos de bajo índice glucémico, (menor cantidad de azúcar en sangre después de comer).

Entonces ¿cómo pasamos de comer en forma instintiva y vital para sobrevivir, a pesar gramos y medir calorías? ¿Cómo evolucionamos (o involucionamos) de comer “pasto”, grasas y proteínas a basar más del 60% de nuestra molécula calórica total, en los “starches” o almidones?

El gran biólogo evolucionista Richard Dawkins en su libro El gen egoísta señala: “somos máquinas a disposición de nuestros genes”, de nosotros depende en gran medida, sacar lo mejor de ellos y la gran diferencia la puede hacer la forma en que nos nutrimos”.

Alimentación Moderna

Nuestra vida moderna, nos entrega más alimentos de fácil acceso, ya no tenemos que buscarla como antes. Vivimos más, pero ¿a qué costo?, es hora que cada uno de nosotros se cuestione, se preocupe y ocupe en comprender que cada alimento que ingerimos, no sólo es un nutriente (en el mejor de los casos, o veneno en otro), sino que es una forma de señalización para activar genes y desactivar otros, por ponerlo en simple: para potenciarnos o para enfermarnos.

Hoy ostentamos más años y también más enfermedades. Pero tenemos un aliado: la ciencia y es ella la que nos está diciendo “Hey…. Es relevante lo que comes” ¡De eso puede depender tu futuro!

Jamás hemos dejado de comer, dormir y reproducirnos, somos Homo sapiens hace 200 mil años, es hora que hagamos un homenaje al “sapiens” y pongamos atención a nuestros alimentos, y dejemos la ortodoxia setentera, que nos inculcó que los cereales y sus derivados eran la panacea, y que hoy a modo de ejemplo, tiene a casi el 52% de nuestros niños entre 5 y 8 años con sobrepeso y engrosando la lista de niveles de obesidad infantil (JUNAEB).

Es hora que abramos nuestras mentes y corazones a la ciencia, que seamos más escépticos, que cuestionemos y que eso nos lleve a investigar dentro de nuestras posibilidades (estamos solo a un “clic”).

Lo que comes puede marcar la diferencia de tu presente y tu vejez. Hay que volver al origen!